El asesinato de Jamal Khashoggi, periodista saudí y colaborador de The Washington Post, no fue solo un grave crimen que causó tensión diplomática entre varios países, sino que a su vez expuso los intereses secretos y personales del gobierno de Donald Trump. Hay una extensa lista de hechos que permiten sospechar que el presidente estadounidense, su familia y su círculo cercano han usado el poder para satisfacer una agenda personal. Las recientes afirmaciones del mandatario evidencian que su lealtad hacia gobiernos del exterior con los que mantiene una estrecha relación parece ser más alta que la que tiene con los ideales de su país. Los medios estadounidenses comienzan a preguntar, con mayor intensidad, si el magnate neoyorquino ha sido honesto con el pueblo que lo eligió.
En una increíble declaración de prensa el pasado 20 de noviembre, Trump mostró su inquebrantable lealtad hacia Arabia Saudita y al príncipe heredero del reino, Mohammed bin Salman. El presidente prácticamente desafió el trabajo de las agencias de inteligencia de su nación, que días antes concluyeron que Bin Salman autorizó el brutal asesinato de Khashoggi. El mandatario recalcó que castigar al Gobierno saudí por este hecho sería perjudicial para la economía estadounidense y estancaría las inversiones que ese país le prometió a su administración. Pero no solo se trata de inversión, sino de las deudas que tiene tanto el Gobierno estadounidense como el mismo Trump con Arabia Saudita. En 2016, el Departamento del Tesoro estadounidense reveló que los saudíes se encuentran entre los primeros diez acreedores del país.
Las relaciones que mantienen tanto Trump como su yerno, Jared Kushner, con el Gobierno saudí ponen en duda si la respuesta de la Casa Blanca en este caso tiene intereses de por medio. El presidente tiene una conexión muy estrecha con los saudíes. De hecho, la primera visita de Estado que hizo Trump tras su posesión fue a Arabia Saudita, un viaje organizado por Kushner. “Me llevo muy bien con ellos. Me compran apartamentos. Se gastan US$40, US$50 millones. ¿Se supone que me caigan mal? Me caen muy bien”, dijo Trump en un acto de campaña en 2015. Kushner, entre tanto, recibió en octubre un millonario préstamo de Fortress Investment Group, empresa de inversiones comprada por la firma saudí SoftFund, para rescatar una de sus propiedades en un lujoso sector de Nueva Jersey. Pese a las evidencias, Trump ha tratado de desmentir su estrecha relación con Riad. “Para que quede constancia, no tengo intereses financieros con Arabia Saudita. ¡Cualquier sugerencia de que los tenga son noticias falsas!”, tuiteó el mandatario.
Pero Arabia Saudita no es el único Gobierno con el que la Casa Blanca tiene vínculos cercanos. La lista incluye a Malasia, Bahréin, Azerbaiyán, Turquía, China, India, Afganistán y Catar. En algunos de estos países los negocios de Trump se han expandido. Según The New York Times, en el extranjero se dieron cuenta de que pueden conseguir favores del presidente gastando dinero en sus propiedades. Tras ganar las elecciones de 2016, el Gobierno de Kuwait canceló un evento en el hotel Four Seasons para realizarlo en uno de los hoteles de Trump en Washington.
“El asunto Khashoggi confirma varias verdades fundamentales acerca de Trump. La primera y más obvia es que sus intereses estrechos y, en ocasiones, personales prevalecen sobre la defensa de los valores estadounidenses tradicionales”, asegura Jackson Diehl, editor adjunto de The Washington Post. “No solo compañeros árabes de Mohammed, sino también los déspotas de todo el mundo estudiarán este caso y concluirán: si acumulas halagos con Trump, lo cortejas con exóticos entretenimientos, patrocinas sus negocios familiares y prometes comprar productos estadounidenses, podrás escaparte de las sanciones de Washington”, agrega.
La Presidencia se ha convertido en una oportunidad para promover los negocios de la familia Trump. En varias ocasiones, el presidente ha animado a los ciudadanos a comprar ropa de la línea de su hija, Ivanka, quien funge como asesora de su Gobierno junto con su esposo Jared Kushner. La hija de Trump, además, ha recibido continuas aprobaciones de registro de su marca en China, lo que le permite comercializar sus productos en este país. Aunque Ivanka expresó que quería dejar su empresa, su marca continúa expandiéndose en el exterior. Del otro lado, los Kushner, la familia de su esposo, han seducido a inversores chinos para que ayuden a la compañía familiar.
Además de la familia presidencial, el círculo de amigos de Trump, entre los que se encuentran muchos de los donantes de su campaña, también se han visto beneficiados por el poder del presidente. En 2017, por ejemplo, Trump le sugirió al primer ministro japonés, Shinzo Abe, que le otorgara una licencia de operación para un casino a Sheldon Adelson, quien le donó US$20 millones a su campaña. Los funcionarios de su Gobierno y sus familiares han derrochado el dinero de los contribuyentes. El jefe de la Agencia Federal para Manejo de Emergencias, Brock Long, gastó US$151.000 en vehículos de Gobierno sin autorización para ir, en ocasiones, a su casa en Carolina del Norte. El secretario de Tesoro, Steven Mnuchin, ha usado aviones militares para varios de sus viajes personales. De hecho, preguntó si podía utilizar uno de ellos para ir a Europa en su luna de miel, aunque esto no se llevó a cabo. La esposa del presidente, Melania Trump, gastó US$95.000 en su visita de unas horas a El Cairo (Egipto). El secretario de Interior, Ryan Zinke, derrochó US$139.000 en nuevas puertas para su oficina.
Pero lo más grave es que el Congreso no cumple con su deber constitucional de investigar al presidente. Los líderes de la mayoría republicana se han negado a abrir un proceso en contra del mandatario, que pertenece a su partido. Del lado demócrata las acciones han sido superfluas. Nancy Pelosi, la demócrata más influyente de la Cámara en donde el partido recuperó las mayorías, aconseja que las acciones de los nuevos congresistas no se centren en investigar al presidente, pues con los ojos sobre las elecciones presidenciales de 2020 no es conveniente que queden como un colectivo vengativo. La pregunta es ¿el presidente Trump es leal a su país o solo a él mismo?