La relación entre el Gobierno argentino y los obispos ha alcanzado un punto de máxima acritud. Y, por elevación, todos los dedos señalan al papa Francisco, que ha modelado desde el Vaticano la jerarquía eclesiástica de su país. Las acusaciones gubernamentales de que Jorge Bergoglio ampara al peronismo se recrudecieron el sábado, cuando el obispo Agustín Radrizzani ofició en Luján una misa ante miles de sindicalistas y criticó duramente en su homilía la política económica y social del presidente Mauricio Macri. Los portavoces eclesiales dicen que no se trató de un acto político.
Fue el líder del sindicato de camioneros, Hugo Moyano, enemigo declarado de Macri, quien solicitó la misa hace más de un mes. Con él estuvo su hijo Pablo, también dirigente sindical. Ambos, padre e hijo, son investigados por la justicia por distintos casos de corrupción. Asistieron a la ceremonia numerosos representantes de las corrientes peronistas, entre ellos Daniel Scioli, ex gobernador de Buenos Aires y candidato peronista a la presidencia en las últimas elecciones, y cargos públicos del Partido Justicialista.
«A nadie negamos una misa», se justificó el obispo Radrizzani. En declaraciones a Clarín explicó: «Yo no tuve ningún interés en agudizar la brecha, yo lo que quiero es estar cerca del pueblo». Pero Pablo Moyano, apodado El Salvaje, aseguró que el acto contaba con la bendición papal: «No se podría haber realizado la movilización sin la venia del papa Francisco», dijo.
La homilía de Luján fue muy explícita en sus críticas: «Ante la falta de trabajo, los despidos masivos y la flexibilización laboral, donde muchos tienen un salario injusto y las jubilaciones no alcanzan por el sistema económico egoísta, que prioriza la especulación financiera en detrimento del trabajo, rezamos para que los gobernantes tanto oficialistas como opositores cambien este modelo que pone en peligro la vida y la paz social». El obispo Radrizzani pareció respaldar a los Moyano en sus problemas con los tribunales («sufrimos un Poder Judicial que cree que hacer justicia es desechar la presunción de inocencia») y rechazar el acuerdo negociado por Macri con el Fondo Monetario Internacional: «Nuestro pueblo debe ser artífice de su propio destino y no quiere tutelajes ni injerencias donde el más fuerte subordina al más débil», «el dinero debe servir, nunca gobernar».
Ni Macri ni los portavoces oficiales del Gobierno hicieron declaraciones públicas tras la misa sindical de Luján. De forma privada, sin embargo, expresaron un tremendo enfado. Igual que varios diputados macristas, como Paula Oliveto, de Coalición Cívica: «La Iglesia, mi Iglesia, recibe a Moyano. Sindicalistas ricos investigados por la justicia. Hacen política interna. Lamentable», opinó en un tuit. Otros lamentaron que el obispo no hiciera referencia alguna a los gravísimos casos de corrupción que afectan al peronismo y en especial a la ex presidenta Cristina Fernández Kirchner.
El acto de Luján fue el colofón de una semana rica en gestos afectuosos de la jerarquía católica hacia el sindicalismo y el peronismo. El miércoles, el obispo Jorge Lugones, muy próximo al papa Bergoglio, recibió a Hugo Moyano justo en el momento en que un juez debía decidir si ordenaba la detención de su hijo, Pablo Moyano. El viernes, el obispo de La Plata, Víctor Fernández, también muy próximo al Papa, participó en una oración por la paz social junto a personalidades como Emilio Pérsico, del Movimiento Evita, y Roberto Baradel, un sindicalista enfrentado con María Eugenia Vidal, la gobernadora macrista de Buenos Aires.
Antes de ser elegido Papa, el obispo Jorge Bergoglio mantuvo relaciones muy tirantes con Néstor y Cristina Kirchner. Su relación con el liberal Mauricio Macri es peor. Cuando le recibió en el Vaticano, hace dos años, el ambiente fue gélido. Macri confió en que la audiencia pusiera «fin a las especulaciones» sobre la mala relación, pero ocurrió lo contrario. Las «especulaciones» aumentaron, basándose en los documentos papales contra el poder financiero (que en Argentina se identifica con Macri) y en la actuación de los obispos. El amparo tácito del presidente Macri al debate sobre la despenalización del aborto en Argentina, una medida finalmente derrotada en el Senado en agosto pasado, fue muy mal acogido por Francisco y abrió una nueva fase de la guerra soterrada entre la Casa Rosada y el Vaticano.
Los sindicatos y el conjunto del peronismo organizan para el mes próximo, aún sin fecha, una nueva huelga general contra la política económica del Gobierno. Macri lanzó días atrás una advertencia contra la «tiranía» de los sindicatos de transportes, en especial los camioneros, por su capacidad de paralizar el país. Este es el delicado contexto, con recesión, desempleo en aumento e inflación desbocada, y unas elecciones presidenciales en 2019, en que se desarrolla el nuevo episodio del enfrentamiento entre el macrismo y la jerarquía católica.