En algunas zonas de la capital el terreno está cediendo a razón de hasta 30 mm por año.
Bogotá se hunde. La frase hay que atenderla literalmente, no en su sentido figurado. La capital del país sufre del fenómeno conocido como subsidencia, es decir, el hundimiento o asentamiento, gradual o paulatino, del terreno debido a procesos naturales y a la acción directa e indirecta de las actividades humanas.
Otras localidades, como Usaquén, también tienen hundimientos, pero estos tienen una distribución espacial más dispersa por varios sectores. Otras zonas de la capital tienen terrenos más estables. Estos corresponden a las periferias de la ciudad, en los cuatro puntos cardinales, aunque todo el occidente de la ciudad presenta una subsidencia con un ritmo menos acelerado, de entre 1 y 16 milímetros anuales.
Estos datos se desprenden del informe preliminar denominado ‘Estimación cuantitativa de la subsidencia en Bogotá’, elaborado por el Servicio Geológico Colombiano (SGC). Aunque existían informes previos, como el elaborado por el entonces Fopae –hoy Idiger–, se trata del estudio de mayor cobertura temporal de su tipo que se lleva a cabo en el país y el cual comprende datos recolectados desde el 2008 hasta el 2017 gracias a la combinación de las técnicas de geodesia de posicionamiento GPS de alta precisión y geodesia de imágenes.
La primera de estas técnicas consiste en el uso de satélites para establecer, mediante estaciones en tierra, coordenadas de alta precisión de la posición de los sitios geográficos, del orden subcentimétrico, mientras que la segunda emplea ondas electromagnéticas provenientes de satélites de radar para medir los movimientos, a escala centimétrica, de la superficie terrestre y generar imágenes que sirven de diagnóstico de la subsidencia.
Para ambos métodos, el SGC ha utilizado las señales de la constelación de satélites GPS; ha obtenido imágenes de satélites de observación de la Tierra, como los Sentinel de la Agencia Espacial Europea y Alos-1 y Alos-2 de la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial, y ha adquirido imágenes del satélite alemán TerraSAR-X, el cual es operado por Airbus Space and Defence.
Héctor Mora, científico del Grupo de Investigaciones Geodésicas Espaciales de la Dirección de Geoamenazas del SGC, que lidera estos análisis, considera que su importancia radica en la posibilidad de conocer con precisión los movimientos que se presentan en la región donde habitan los bogotanos, toda vez que, si bien la subsidencia tiene su origen en procesos subterráneos, sus consecuencias son evidentes a simple vista sobre la superficie. Una de las formas en las que se hace visible es, por ejemplo, en las grietas, levantamientos y hundimientos que se aprecian sobre las vías capitalinas cuando se transita sobre ellas, así como en algunos edificios.
Una de las formas en las que se hace visible es, por ejemplo, en las grietas, levantamientos y hundimientos que se aprecian sobre las vías capitalinas
“El tema de la subsidencia no es de ahora; desde hace años los geólogos vienen estudiando sus evidencias y se habían planteado consideraciones y opiniones, pero cuantitativamente no existía una medida confiable y concreta como esta”, asegura Mora, y agrega que prestar atención a este fenómeno debe ser un asunto prioritario, porque puede afectar directamente el desarrollo urbanístico de la capital del país: “A corto plazo será necesario entrar a investigar el impacto que tiene la subsidencia en la infraestructura, porque como es un proceso que no ocurre de la noche a la mañana, es difícil identificar sus consecuencias inmediatas”.
Es importante señalar que el estudio del SGC se está realizando en la totalidad de la sabana de Bogotá, porque el fenómeno de la subsidencia no se circunscribe solamente a la ciudad capital.
Es más, en algunos casos, y como lo señala el geólogo Alberto Lobo-Guerrero, quien se desempeñó como director del SGC cuando este aún era conocido como Ingeominas, hasta puede ocasionar un deterioro ambiental, ya que si hay basureros o depósitos de desechos en las zonas que se hunden, se pueden contaminar las aguas del lugar.
La información presentada por el SGC es útil a varios niveles. Por un lado, es una herramienta a la que las oficinas de planeación, de gestión de riesgo y las curadurías urbanas deberán prestar atención a la hora de tomar sus decisiones. Por el otro, es pertinente a la hora de evaluar la valorización de los predios, pues los análisis detallados de la subsidencia implicarían que en los lugares donde hay el fenómeno deberían controlarse las presiones que se le imprimen a la ciudad, restringiendo, por ejemplo, las construcciones altas, “lo cual implicaría cambiar los planes de manejo y de ordenamiento territorial, pero estas son decisiones que deben entrar a tomar las personas y entidades encargadas”, señala Mora.
Además, el informe cobra mayor relevancia en un momento en el que Bogotá se prepara para iniciar la construcción del metro. “El trazado que se haga del metro debería tener en cuenta esta información. Los encargados de su construcción, seguramente, tendrán experiencia previa en ciudades con subsidencia y tomarán medidas, como, por ejemplo, utilizar estructuras apropiadas para contrarrestar este tipo de fenómenos”, puntualiza el experto.
Agua subterránea
La subsidencia no es una situación exclusiva de Bogotá. De hecho, hay por lo menos otras 13 grandes urbes en las que se ha documentado con gran detalle el fenómeno. Houston, Los Ángeles, Las Vegas, París, Lisboa, Venecia, Yakarta, Shanghái y El Cairo son algunas de las ciudades en las que se ha estudiado el hundimiento de sus terrenos.
Uno de los casos más representativos es el de México, país en el que ciudades como Monterrey, San Luis de Potosí, Aguascalientes y la Ciudad de México son lugares reconocidos mundialmente por la subsidencia que se presenta en ellos. Según Guillermo Ávila, doctor en Ingeniería, profesor de la Universidad Nacional y quien ha estudiado el fenómeno de la subsidencia durante 20 años, en esta última ciudad se presenta el ejemplo más recurrente cuando se trata de ilustrar este proceso de hundimiento, pues allí hay regiones en las que el terreno ha descendido hasta nueve metros.
Ávila afirma que, como en la Ciudad de México, construida sobre un gran lago, la subsidencia de Bogotá está relacionada con las dinámicas de grandes cuerpos de agua subterránea. A esta conclusión llegaron estudios hechos por el investigador, el último de los cuales finalizó en 2011, llevado a cabo entre la Universidad Nacional y el entonces Fopae.
“Detectamos que una de las razones principales de la subsidencia en la sabana de Bogotá es la extracción de agua subterránea. De hecho, cuando uno observa a Puente Aranda se da cuenta de que es una de las zonas de la ciudad con mayores pozos de agua subterránea y con mayores caudales de extracción de los mismos”, afirma Ávila.
“Varios estudios que se han venido haciendo desde los años 50 señalan que en la sabana de Bogotá hay más de 8.000 pozos subterráneos construidos para la industria de las flores, los acueductos, las empresas y la industria general. Esta es una de las causas que influyen en la aparición de la subsidencia”, asevera Lobo-Guerrero.
Para Ávila, es de destacar el paso hacia adelante que significa poder tener mediciones como la hecha por el SGC. Lo que viene es seguir monitoreando la subsidencia de la sabana de Bogotá, porque, en el largo plazo, se trata de una dinámica que puede afectar los proyectos viales, las tuberías profundas y las nuevas obras de infraestructura que están por ejecutarse.
Se trata de una dinámica que puede afectar los proyectos viales, las tuberías profundas y las nuevas obras de infraestructura que están por ejecutarse
Lobo-Guerrero agrega que existen medidas de acción contundentes, como, por ejemplo, la recuperación de los acuíferos de manera artificial, como ya se hizo en Londres, en donde, por la extracción de aguas subterráneas afluentes del Támesis, la ciudad estaba empezando a sufrir problemas como los que enfrenta Bogotá, en donde vive la quinta parte de la población del país.
Llegó la hora de la planificación
Los expertos dicen que la extracción de agua para construir pozos no es la única causa de la subsidencia. Esto también ocurre por el acelerado crecimiento urbanístico, con la construcción de muchas edificaciones en muy poco tiempo, ya que los edificios generan asentamientos y cuando se excava para construir sus sótanos se extrae mucha agua.
Ciudad Salitre, sector de Bogotá que vivió un rápido crecimiento a finales del siglo XX, ilustra este escenario.
NICOLÁS BUSTAMANTE HERNÁNDEZ
EL TIEMPO