Hace unos días una amiga me contó una anécdota. Tras aplicarse una dosis de Sinovac recibió de inmediato un mensaje de su novio. Ella, que había entrado a la lista por ser profesora universitaria, soportó feliz su primer pinchazo. Pero él, que había podido viajar a Estados Unidos para buscar lo que a su juicio era la mejor opción (Pfizer), estaba apesadumbrado. “Qué pesar; te tocó lo peorcito”, le escribió.
La historia se había repetido meses atrás en mi familia. Alguien que bordea los 75 años prefirió no irse a vacunar porque temía que le pusieran la “vacuna china”. A sus oídos habían llegado rumores de su supuesta baja eficacia, así que esperó a poder encontrarse en el camino una dosis de Pfizer. Ahora, en medio de este pico, aún pregunta con frecuencia en el grupo de WhatsApp si alguien sabe dónde pondrán “la gringa”.
Las escenas se repiten semana tras semana. Hace unos días un conocido periodista, con casi medio millón de seguidores en Twitter, escribió que la vacuna china era “la barata, la del Gobierno. La de los pobres”. Minutos antes había trinado lo siguiente: “Se están contagiando los adultos mayores vacunados con dos dosis de Sinovac. ‘Solo en mi entorno inmediato tres casos, dos muertos’, me informa un amigo”. Su tuit tenía más de 4.000 likes y casi 1.700 retuits.
Es posible que ese tipo de mensajes continúen circulando en redes sociales e, incluso, en algunos medios de comunicación. A simple vista pueden parecer inofensivos, pero también es probable, como insinuaba la doctora Deanna Teoh, de la U. de Minnesota, en un comentario en American Society of Clinical Oncology Educational Book, que tengan un efecto muy perjudicial: cuando la información falsa o confusa sobre la seguridad de las vacunas es replicada masivamente será más recordada que los contenidos que apuntan a la lógica.
En el caso de la vacuna de Sinovac se han ido juntando elementos infortunados que han empeorado la confusión. Las primeras semanas de abril, por ejemplo, se viralizó una declaración de Gao Fu, director de los Centros para el Control de Enfermedades de China, que muchos periodistas malinterpretaron al tiempo que resaltaron que su eficacia era de alrededor del 50 %. Al hacer la comparación con otras vacunas (una fórmula nada útil), hacían un podio en el que terminaban ganando las anglosajonas.